La crisis económica está dejando sin recursos al Estado griego para seguir sus excavaciones arqueológicas y vigilarlas, lo que está provocando la destrucción de innumerables piezas del legado cultural heleno.
El patrimonio arqueológico griego esta amenazado por la inclemente falta de presupuesto. El Estado, casi en bancarrota, no tiene dinero para financiar investigaciones y los yacimientos arqueológicos están a merced de contrabandistas. No es que ahora mismo haya cazatesoros ávidos por encontrar una nueva mascara de Agamenón, el problema es que en los griegos se está despertando un sentimiento reciente de desdén por su cultura. No es raro ver excavadoras abriendo senderos y destruyendo sin miramientos piezas helenas y romanas. Antigüedades que la Humanidad jamás disfrutará, y por las que Atenea ya vierte sus primeras lagrimas.
Los investigadores griegos han abandonado todos los yacimientos arqueológicos, y fuera de los sitios más emblemáticos, como el Partenón de Atenas, las excavaciones han quedado desguarnecidas, lo que supone una oportunidad para el latrocinio.
Más peligro presentan los yacimientos submarinos, antes vigilados por la policía de Puertos, pero que ya no prestan ese servicio. Únicamente se mantienen las excavaciones subvencionadas por la Unión Europea y aquellas desarrolladas por investigadores extranjeros.
Tras los recortes un arqueólogo con responsabilidad debe subsistir con 700 euros al mes, y los más jóvenes malvivir con 500 euros.
Por si fuera poco con el bandidaje, el abandono ha provocado que los yacimientos queden a merced de las inclemencias del tiempo. Hace poco cientos de piezas del periodo minoico eran destruidas para siempre por el derrumbe de un talud en la isla de Kithira.
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