Casi siempre que busco
algo concreto en Internet resulta habitual quedarme atrapado en algún
inesperado descubrimiento, en esta ocasión ha sido un atrasado apunte de mayo
de 2007 del, para mí desconocido, blog de la arquitecta Teresa Banet, titulado Homenaje
a los arquitectos sin reconocimiento que trabajan por el crecimiento de la
ciudad de Santiago de Compostela, http://tbanet.wordpress.com/2007/04/22/homenaje-a-los-arquitectos-sin-reconocimiento/.
Y es que dada la intranquilidad que, junto a otros tantos colegas, experimento acerca
del espacio que el arquitecto ha de ocupar en la actualidad, me encontré
leyendo esa afectuosa narración que Teresa hace de la entrega de los XII
Premios COAG de Arquitectura en 2007, en especial, por lo referido en su tercer
párrafo que transcribo a continuación:
<< Nuestro querido decano (en 2007, el decano del COAG
era Celestino García Braña), en su
cuidadísimo y preparadísimo discurso nos hablo de que: la buena arquitectura
necesita su propio tiempo, tanto para reflexionar sobre el proyecto como para
ejecutar la obra. Retomando el espíritu de la generación del 25 (conferencia
“arquitectura impopular” de D. Luis Lacasa para la asociación de alumnos de
arquitectura, año 1930) nos recordó que la arquitectura debe volver a sus
principios de servicio a la sociedad. >>
Ciertamente, cualquier alusión que encuentro sobre el arquitecto Luis
Lacasa acapara inmediatamente mi atención desde que en 1976, siendo aún
estudiante de arquitectura, tuve conocimiento de su existencia a través de la
publicación del COAM “Luis Lacasa – Escritos 1922-1931 de la que es autor
Carlos Sambricio, por aquel entonces profesor de Historia de la Arquitectura en
la ETSAM y más adelante catedrático. De la citada publicación, he donado en el
pasado mes de mayo un ejemplar a la biblioteca del Colegio Oficial de
Arquitectos de Asturias.
Luis Lacasa Navarro
IMAGEN bajo bajo los términos de la Licencia Creative Commons CC-BY-SA
Imagen tomada de Urbipedia.org
Origen|url=http://www.residencia.csic.es/jae/protagonistas/23.htm}}{{Retratos}
Tanto es así, que me apresté a releer de nuevo sus Notas Autobiográficas
incluidas en la citada publicación que comprende siete apartados, escritos en
un lenguaje llano y sereno, junto a distintos artículos publicados en la
revista “Arquitectura” entre los años 1922 y 1931, que lejos de filias y
fobias, contribuyeron a darme una forma de entender la que habría de ser mi
profesión. En su apartado 5.b titulado << Sobre la profesión de
Arquitecto >>, describe la manera en que a su llegada se realizaba,
habitualmente, el ejercicio profesional, a la vez que desliza, de forma casi
costumbrista, curiosas anécdotas de la actualidad del momento para concluir
realizando consideraciones de más profundo calado.
En este punto, y para situar al lector, aporto una breve reseña
histórica que le permita situarse en el tiempo de Luis Lacasa. Nacido en
septiembre del año 1899, obtiene el título de Arquitecto en la ESA de Madrid en
el año 1921;, en el año 1939, a causa de la Guerra Civil, se ve en la necesidad
de exiliarse en la URSS donde fallece en marzo del año 1967. Es en el año 1931,
una vez aprobada por el gobierno la ley de Colegios Profesionales, se
constituyen en España los Colegios Oficiales de Arquitectos, de los que Luis
Lacasa ha sido también impulsor como muestra su participación, junto con otros
arquitectos, en la redacción de los estatutos del COAM, del que fue su primer
presidente el arquitecto Secundino Zuazo al corresponderle por ser el último de
la Sociedad Central de Arquitectos.
Volviendo sobre el anteriormente citado apartado 5.b de sus Notas Autobiográficas, donde se describe como con anterioridad al año 1931 ya existían aranceles oficiales (1) que estipulaban el coste de los servicios profesionales del arquitecto señalando: “El privilegio del título había creado una fauna especial de arquitectos desaprensivos, que cotizaban su firma a bajo precio, muy por debajo de lo que los aranceles oficiales estipulaban, creando así un verdadero <<dumping>> de firmas”. Estos “firmones”(2), entre los que existían distintas categorías, cotizaban a razón de entre veinticinco y cincuenta pesetas la firma, lo que suponía una sustancial suma si se considera que los proyectos constaban de unas elementales plantas y alzados con el único objeto de cumplir las esquemáticas ordenanzas municipales.
Esta competencia desleal junto a varios hundimientos de edificios que tuvieron lugar ocasionando varias muertes, motivó que los arquitectos, especialmente los mas jóvenes, planteasen a necesidad de ejercer un mayor control sobre el contenido de los proyectos por un organismo profesional, aspectos que, en su conjunto, justificaron la promulgación de la ley en 1931 y la consiguiente formación de los Colegios Oficiales de Arquitectos a la vez que se establecía la colegiación obligatoria para el ejercicio profesional. No obstante, esta medida, aunque necesaria, no consiguió alcanzar su pretensión ya que surgieron nuevos <<firmones>> mas elaborados que consiguieron aumentar la cotización de la firma.
La toma de conocimiento del perfil humano de Luis Lacasa junto a la de
su obra construida y escrita, ha sido
lenta pero continua desde aquel 1976. Así, he podido conocer sus acertadas
consideraciones sobre la arquitectura racionalista y su defensa del
funcionalismo – sobre este interesante aspecto volveré en otra ocasión -, su
opinión sobre conocidos arquitectos contemporáneos con sus dos periodos de vida
y especialmente, el compromiso ético mantenido a lo largo de la misma. Tan es
así, que el pasado 24 de octubre he tenido la satisfacción personal de
contribuir a que le fuese entregada por el Decano del COAM, José Antonio
Granero, a su hijo Jorge Lacasa, también arquitecto, la placa de la glorieta
que en Madrid lleva su nombre.
Entrega de la placa de la glorieta de Luis Lacasa, de
izquierda a derecha: Jose Antonio Granizo Ramirez – Decano del COAM, Jorge
Lacasa Sancha, Federico Sáez Baos y Mercedes Diez Menéndez, vocal de la junta
de gobierno del COAM
Desafortunadamente, para Luis Lacasa y los suyos, así como para algunos
otros, los acontecimientos históricos que le tocaron vivir truncaron
definitivamente su profesión de arquitecto a la temprana edad de 38 años,
siendo su última obra proyectada y construida la del pabellón de la República
Española en la Exposición Internacional celebrada en París en el año 1937,
realizada con la polémica colaboración de Josep Lluis Sert, del que se
construyó una réplica simbólica en Barcelona bajo la dirección de los arquitectos Espinet y Ubach, que resulta
casi idéntica a la original, inaugurada en el año 1992 con motivo de los
JJ.OO., en la actualidad alberga el fondo documental del Centro de Estudios
Contemporáneos. No obstante, Luis Lacasa nos ha dejado también una rigurosa
obra escrita cargada de conocimiento, pensamiento, reflexión y consejos que
constituye una magnifica guía en el viaje a través de esta profesión de
arquitecto.
Por último, me queda agradecer a Teresa Banet, aunque con algo de
retraso, la cuidada cita que hace en su blog del discurso de Celestino Garcia
Braña, al que también se lo hago extensivo, por el esmero y admiración con que
traslada a sus colegas aquellas palabras escritas por Luis Lacasa hace hoy ya
84 años y 77 cuando en su discurso las incluyó el decano del COAG y sobre las
que, personalmente, opino que siguen conservando la vigencia de cuando Luis
Lacasa sintió el impulso de escribirlas a la edad de 31 años.
Notas:
(1) Son numerosos los países hispanoamericanos que usan esta denominación para
establecer la retribución de los servicios profesionales del arquitecto.
(2) Así figura en el original
Diciembre de 2014
Federico Sáez Baos. Arquitecto
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